Anidada en medio del mar Mediterráneo se encuentra una joya escondida, una isla que, a lo largo de la historia, ha sido codiciada por muchos países desde la Edad Media. Una isla a la que sus habitantes llaman «Isla de Bellezas» por su espectacular paisaje y la variedad de su belleza natural. Córcega no tiene nada que envidiar a sus islas vecinas españolas o italianas. Como su apodo indica, parece que todo lo bello ha confluido en Córcega: playas de arena fina y pequeñas calas de aguas turquesa, altas montañas rocosas y densos bosques, pueblecitos de ensueño, montes de olivos, rocas rojizas y negras, acantilados de rocas blancas y viñedos. A su vez cuenta con una gastronomía de primera, especialmente cuando de embutidos se trata. Al igual que en otros países mediterráneos, los cerdos en Córcega se crían en el campo y se alimentan de castañas, lo que aporta a su carne un sabor especial. Abunda también el jabalí que se sirve en todo tipo de estofados. A su vez el aceite de oliva y el queso también destacan como parte importante de la dieta córcega, especialmente el famoso queso fresco Broccius que se sirve con higos y castañas o como yogur con miel.
Por otra parte, el fascinante pasado de Córcega ha transformado a la isla en un verdadero tesoro cultural y arquitectónico que se remonta a la prehistoria.
Alrededor del 9.000 a.C., los pueblos mesolíticos de Cerdeña cruzaron el Estrecho de Bonifacio para explorar Córcega y explotar el potencial de caza de la isla. Una vez aquí, construyeron estructuras de piedra rudimentarias para refugiarse que aún siguen en pie. En el siglo I a.C., la isla fue colonizada por los antiguos griegos y más tarde se convirtió en una provincia del Imperio Romano hasta el siglo V d.C. La lengua romana se convirtió en la base del dialecto corso actual.
Durante la edad media, el estado de Pisa tomó el control de Córcega y la isla sufrió un largo período de invasiones por parte de los moros, que llegaron desde el norte de África para adquirir minerales y esclavizar a la población local. La leyenda cuenta que la gente de Córcega decapitaba a sus invasores y exhibía sus cabezas para asustar a los atacantes, lo que inspiró la imagen de la cabeza del moro negro en la bandera de Córcega que sigue ondeando hoy.
A principios del siglo XIV, los genoveses invadieron la isla y la gobernaron hasta el siglo XVIII. Durante este período, las famosas torres genovesas se construyeron a lo largo de la costa de Córcega para proteger a la isla de invasores. Hoy en día, ochenta y seis de ellas siguen en pie en toda Córcega.
Después de cuatro siglos de gobierno y destrucción por parte de muchas invasiones, los genoveses entregaron la isla de Córcega a Francia en 1769, después de un breve período de independencia. Más tarde ese mismo año, su hijo más célebre, Napoleón Bonaparte, nació en la calle Rue Saint Charles de Ajaccio.
Hoy su casa se conoce como Maison Bonaparte, un edificio de tres pisos que siguió siendo propiedad de la familia durante doscientos años hasta que fue donada al gobierno francés en 1923 y más tarde se convirtió en un museo.
A mediados del siglo XX, Córcega jugó un papel importante en la conclusión de la segunda guerra mundial. Liderada por fuertes grupos de resistencia, la isla logró recuperar su libertad antes del final del conflicto y sirvió como punto de aterrizaje para los grupos aliados que luego embarcarían hacia Francia el Día D.
A pesar de la fuerte destrucción durante la guerra, Córcega logró reconstruir su patrimonio para ofrecer hoy en día una experiencia espectacular a sus visitantes. Entre algunos de los sitios más fascinantes se encuentran la ciudad de Bonifacio, un pueblo de piedra caliza declarado Patrimonio de la Humanidad que cuelga sobre un acantilado blanco donde se funden la belleza natural, la historia y el deleite arquitectónico; las Calanques de Piana, también catalogadas por la UNESCO, con su espectacular atardecer y amanecer o el rojo intenso de sus acantilados (calanques) que te dejan sin aliento.
No hay que olvidar Las Agujas de Bavella, una cadena de picos rocosos de 1.800 metros de altura con maravillosos senderos que forman parte del famoso GR20 que atraviesa toda la isla y que está considerado como una de las mejores y más duras rutas de senderismo del mundo.
Una historia fascinante y un paisaje espectacular. ¿Qué más se puede pedir? Córcega, la Isla de Bellezas, lo tiene todo.