Las Islas Hébridas brindan uno de los paisajes más dramáticos de Escocia: bahías bañadas por el Atlántico, imponentes acantilados, valles color esmeralda e infinidad de senderos. Las hermosas vistas de la Isla de Skye son para contemplar, dejarse llevar por su serenidad, respirar profundamente su aire húmedo y permitir que su brisa tiente sus sentidos.
Asómese a las preciosas Fairy Pools, unas piscinas naturales con cascadas de aguas cristalinas que se forman a lo largo del rio Brittle, a los pies de la cordillera de Black Cullins, un enclave colmado de encanto que parece salido, exactamente, de un cuento de hadas. En la península de Trotternish queda Old Man Storr, una cima rocosa a la que se llega a través de un escarpado sendero que ofrece magníficas vistas de tierra y mar. A pocas millas, el elegante hotel Flodigarry es un antiguo refugio de caza, con magnificas vistas al mar, que desde 1928 brinda paz y tranquilidad a sus huéspedes.
Pero no siempre ha sido Skye un lugar de paz y tranquilidad. En el año 794 DC fue invadida por los Vikingos quienes se instalaron hasta 1266 cuando fue invadida por los escoceses en la batalla de Largs. Más tarde, al igual que el resto de las tierras altas, la Isla de Skye fue víctima de “las expulsiones” del siglo XIX cuando echaron de manera violenta a sus habitantes para ceder el terreno a la cria de ovejas. En el libro The Highland Clearances, John Prebble narra con detalle esta cruel etapa de la historia de escocesa.
Portree, su capital, es una coqueta bahía de casitas de colores y hermosos atardeceres. Un pueblo pesquero con buenos restaurantes como Scorrybreac, un lugar íntimo donde le recibe atentamente Niall Munro mientras su hermano Calum, se ocupa de cocinar auténticas delicias con productos locales: vieiras con coco, venado al horno con espresso o gnocchi de castañas con setas silvestres. El mousse de chocolate, con un toque de whisky de la cercana destilería de Talisker, es exquisito.
El Hotel Bosville con su Merchant bar es el rincón ideal para tomar una copa al lado de una acogedora chimenea. Su restaurante Dulse & Brose ofrece cocina escocesa moderna con un menú de temporada que se surte de lo mejor de Skye como las carrilleras de res guisadas o la caldereta de marisco.
Al dejar Skye y seguir en dirección este, para después continuar hacia el norte por las orillas del famoso lago Ness, se cruzará con las ruinas del castillo de Urquhart que datan del siglo XIII. No es de sorprender que existan leyendas sobre esta parte de Escocia: un enorme lago de aguas turbias rodeado de imponentes montañas cubiertas de bosques es el escenario ideal para cualquier tipo de leyenda, con o sin monstruo.
A tan sólo unas 17 millas queda Inverness, conocida como la capital cultural de las tierras altas. Esta pequeña ciudad cuenta con su propio castillo, un museo que ofrece interesantes muestras de piedras pictas y arte contemporáneo así como un pintoresco mercado victoriano. A sus afueras, se encuentra el famoso campo de batalla de Culloden donde la revuelta de los Jacobitas terminó en tragedia en 1745.
Para cenar en Inverness, existen numerosas opciones con Rocpool a la cabeza. Un moderno restaurante que ofrece una fabulosos entrantes de pescado y carne como el fletán de Shetland y el solomillo de res de las tierras altas.A unas 15 millas de Inverness se encuentra el Hotel Kingcraig Castle que por generaciones perteneció al clan MacKenzie. Un verdadero oasis de tranquilidad donde su restaurante ofrece una excelente selección de producto local elaborado con toques franceses como el cassoulet de bacalao. Su acogedor salón es ideal para tomar un gin tonic al atardecer.
Al seguir por la carretera A9, a lo largo de la costa, se topará con la destilería de Glenmorangie y el pintoresco pueblo de Dunbeath, cuna del famoso poeta Neil Gunn. En poco menos de dos horas alcanzará John O’Groats, una pequeña aldea a la orilla del imponente estuario de Pentland donde los vientos soplan con muchísima fuerza. Las espectaculares vistas se pueden disfrutar al resguardo de las cómodas casitas con ventanas panorámicas de Natural Retreats. A unas cuatro millas se encuentra Gills Bay donde se toma un corto ferry hacia el archipiélago de Orkney, antigua tierra nórdica.
Los Vikingos ocuparon estas islas en el siglo IX hasta 1496 cuando el rey James III de Escocia se casó con la princesa Margrethe del reinado de Noruega y Dinamarca. Como dote, su padre el rey Kristian empeñó las islas a la corona escocesa hasta pagar la suma de 60,000 florines. Al no reunir nunca dicha suma, las islas pasaron a formar parte de Escocia.
Al desembarcar en St. Margaret’s Hope, tendrá que conducir a través de pequeñas islitas para llegar la isla principal. Casi enseguida se topará con una muestra histórica de Orkney: las calzadas elevadas que conectan las islas, conocidas como las barreras de Churchill, ya que fueron construidas por orden del primer ministro británico durante la segunda guerra mundial. Al lado de una de estas barreras se encuentra un buque de guerra abandonado y sin seguir muy lejos, en la Isla de Lambholm, se yergue una pequeña iglesia conocida como The Italian Chapel (La Capilla Italiana), edificada con barracones militares por prisioneros de guerra italianos traídos a Orkney para construir las barreras.
Estas islas están colmadas de historia. Sobre sus rocosas costas y sus verdes praderas se esconde un pasado intrigante que llega hasta el período neolítico.Una muestra extraordinaria es Skara Brae donde existen asentamientos que se han mantenido intactos durante 5000 años. Otros testamentos de la era neolítica son el Ring of Brodgar (lugar de ceremonias), Maeshowe ( una cámara mortuoria), y las piedras que forman The Standing Stones of Stenness. Todos lugares que forman parte del patrimonio de la humanidad de la Unesco. Por su parte, la Isla de Hoy presume de un impresionante pináculo conocido como Old Man of Hoy que mide 137 metros sobre el mar.
Las ciudades más pobladas del archipiélago son Kirkwall, la capital con su concurrido puerto y Stromness, un pueblo pesquero repleto de hotelitos, librerías y cafés. Por supuesto, como es de esperar en Escocia, existen numerosas destilerías de whisky, como Higland Park, donde se puede degustar el “single malt” durante un tour del recinto.
El hotel Kirkwall se distingue por la cálida atención de sus empleados. Un edificio victoriano cuyas amplias escaleras, engalanadas con alfombra de típicos cuadros escoceses, le llevan a unas habitaciones bien surtidas y cómodas, algunas con vistas al puerto. El restaurante se destaca por su decoración algo suntuosa: techos de madera, asientos tapizados y cortinas de terciopelo que adornan las ventanas que dan al puerto. El menú le tentará con excelente pescado y marisco – crujientes pastelitos de cangrejo – y fantásticas carnes – jugoso cordero asado – así como riquísimos desayunos a muy buen precio.
Cerca del hotel, en la calle Victoria, encontrará coquetas tiendecillas como Orkney Tweed donde se venden originales gorras, mantas y bolsos de lana. Stromness es donde nació el reconocido poeta George MacKay Brown. Delante de su casa queda el Museo de Stromness con su curiosa colección de objetos recuperados de las flotillas alemanas en el fondeadero de Scapa Flow después de la primera guerra mundial. En el centro se encuentra el Piers Art Center que brinda una interesante colección de arte moderna creada por artistas jóvenes de Orkney. En Julia’s Café , situado en la puerto, podrá disfrutar de deliciosos pastelitos de salmón y una rica cerveza de Orkney.
Al igual que muchos pueblos de Gran Bretaña, poco pasa después de las cinco de la tarde. Afortunadamente, Wrigley and The Reel, un conservatorio y café-bar, regentado por las hermanas Wrigley, ofrece conciertos en vivo hasta tarde. A su vez, The Foveran, le recibe con pan casero y un menú de delicias locales como las vieiras con naranja y mantequilla de algas marinas, la lubina con risotto al limón, el entrecote de Orkney y el típico queso Grimbister. Un restaurante de primera con vistas espetaculares de Scapa Flow.
A pesar de alguna que otra nube o ráfaga de viento, es indudable que las islas de Skye y Orkney son un espectáculo. Sus paisajes de ensueño, su cálida hospitalidad, su exquisita gastronomía y su imperturbable paz hacen de estas islas un destino muy especial. Al marcharse, sin duda, se llevará una sorprendente sensación de serenidad. ¿Qué mejor souvenir?.
Agradezco al Dr. Garry MacKenzie por la valiosa información que me ha brindado desde su libro Scotland, A Literary Guide for Travellers.
“The essence of Orkney’s magic is silence, loneliness and the deep marvellous rhythms of sea and land, darkness and light. – George Mackay Brown ”
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Más info
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www.thefoveran.com
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